miércoles, 2 de diciembre de 2015

BANCO DE IMÁGENES, 3

A veces la inclusión de un elemento fantástico en medio de un relato realista enriquece el texto con nuevos matices, o la entrada en escena de una circunstancia imprevista, o de un personaje inesperado. Por ejemplo, ¿qué cosas tan extrañas deben de estar ocurriendo en un edificio donde hasta las ventanas se caen, o tal vez quieren escaparse? ¿cómo puede enturbiarse de pronto el paisaje idílico de un hermoso parque en la quietud de una apacible noche de luna llena?



Estas son esta vez las dos propuestas visuales. Si algún alumno de cualquier curso de Bachillerato quiere mejorar sus calificaciones en Lengua y Literatura, puede intentar escribir un poema, un microrrelato, un artículo... basándose en alguna de estas imágenes (o en cualquier otra de un "Banco de Imágenes" anterior). El texto completo lo entregará en clase directamente al profesor, pero antes seleccionará un fragmento que deberá colgar aquí, en "Comentarios".

13 comentarios:

  1. "Me llamó la atención aquella ventana tan extraña y me asomé. Ver a la gente mirando me hizo pensar en cómo los prejuicios nos condicionan y nos impiden conocer cosas y personas realmente maravillosas"

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  2. Gracias a Paula Martell (2º Bach-A) por sumarse al grupo de colaboradores del blog con su relato "Una ventana diferente". Ella ha dejado un fragmento del final, y yo dejo aquí otro fragmento, en este caso del principio:
    "Todos la miraban; todos se paraban para contemplarla. Allí estaba, a punto de caer. Era tan extraña... Nadie había visto jamás una ventana doblada, y menos aún en un hotel. La gente se preguntaba cómo sería la habitación (...) Como no podía irme a otro hotel, y tampoco había más habitaciones disponibles, no me quedaba más remedio que alojarme allí. Me entregaron la llave y subí un poco inquieta, pues la gente hasta había inventado leyendas sobre aquella habitación".

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  3. Ana Gallego 2ºBach A7 de diciembre de 2015, 6:15

    Unos bancos huérfanos, como criaturas desamparadas.
    Una sutil brisa, abrazaba las hojas que yacían abandonadas...

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  4. Buenas imágenes en las personificaciones, Ana: unos bancos huérfanos capaces de sentir desamparo, y una brisa capaz de abrazar las hojas para paliar su abandono. ¿Eso son versos con rima consonante, o se trata de una casualidad? ¿Estamos ante una pieza de poesía, o de prosa?
    Esperaré a que me entregues el texto completo para comprobarlo.

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  5. Dos señores ya entrados en años paseaban tranquilos por la calle. Mientras uno agarraba con firmeza su bastón, el otro hablaba sobre temas de actualidad mientras se frotaba su barba de chivo.
    Así siguieron hasta que doblaron la esquina y se encontraron con un pequeño grupo de gente con la cabeza ligeramente doblada.
    El hombre de la barba de chivo miraba extrañado y preguntó a su buen amigo -"Vaya por dios, que pasa ahora, ¿acaso dan algo gratis?"-
    El señor del bastón rió gustoso mientras se sentaba en un banco cercano -"No hombre, no"- Su buen amigo se acomodó a su lado
    -"¿Entonces que pasa con esa gente?-" El señor del bastón levantó la vista y alzó la mano señalando al edificio que se situaba en frente: -¿Ve usted el edificio? Bien, pues en la segunda fila de ventanas, empezando por arriba, fíjese en la última, ¿No la nota usted algo extraña?"-. El otro anciano alzó la vista y abrió ligeramente la boca sorprendido y risueño -"¡¿Pero bueno?!, ¿Qué le pasa a esa ventana, esta tan inclinada como mi pobre espalda"- Ambos señores compartieron unas risas
    -"Según me contaron, cometieron un error al hacer la ventana, debido a un pobre obrero algo despistado. Al propietario del edificio pareció no importarle y así se quedó-" Contó él del bastón.
    -"Pero bueno, ¿Y cómo es eso?-" Preguntó el amigo bastante sorprendido.
    Al preguntar esto él del bastón esbozó una sonrisa muy pícara, bajó de nuevo la vista y señaló a un local que se encontraba al lado del edificio -"Mire usted ese local-"
    Él de la barba de chivo miró extrañado a su amigo y luego al local de donde salía una muchacha agarrándose el cuello
    -"¿La clínica de fisioterapia, que me quieres decir?-"
    Él del bastón miró de nuevo al grupo de gente que seguía con la cabeza inclinada mirando a la inclinada ventana y de nuevo al local.
    -"Algo me dice que tienen buena relación-" Respondió sonriendo como si supiese el secreto mas jugoso.
    Él señor con barba de chivo miró de nuevo a la ventada inclinada y luego a su burlón amigo, no pudo evitar reírse a carcajadas.
    -ASD

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  6. Excelente microrrelato, ASD. Tiene ingenio y humor, el diálogo desprende naturalidad y la situación es completamente verosímil. Me ha gustado tanto que lo he fichado directamente para ser publicado en nuestra revista "Ágora", y a ti (cuando disipe mis dudas sobre quién eres realmente) te pondré un punto extra en la calificación del segundo trimestre.
    Después de leer el texto, e inmediatamente luego mientras escribía este comentario, he asentido tantas veces y con tanto convencimiento que me temo que yo también voy a tener que ir a esa clínica de fisioterapia.

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    2. Una ventana inclinada, un personaje borgiano que es capaz de retener en su prodigiosa memoria de manera puntual cualquier mínimo detalle de la realidad( "Funes no solo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado"), o como el bellísimo ahogado de García Márquez ("Pensaban que habría tenido tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos por sus nombres") o como en el relato de Cortázar en el que unos hermanos ensimismados se van arrinconando en su propio hogar hasta abandonar cada una de las piezas del mismo por un misterioso temor...Y así, de la mano de estos grandísimos creadores de lo que se llamó Realismo mágico, multiplicaríamos nuestras precepciones de lo real dando entrada a lo inesperado, a lo sobrenatural.
      Así esta ventana inclinada, con esa solución humorística que pincela en su final nuestro autor, me parece una acertado desenlace.
      Gracias a la influencia del Surrealismo de principios del siglo XX y a la concepción freudiana de la literatura como un fenómeno anormal de la mente humana, la creación literaria se ha ido enriqueciendo con multitud de matices y mundos imaginarios.
      Es una pena que este año se asistamos perplejos a la defunción de la literatura universal en segundo de bachillerato. No volveremos a impresionarnos con el humor pícaro de Boccaccio, no nos emocionaremos con el amor sublime de Romeo y Julieta ni el ideal de Werther hacia Lotte aunque lo conduzca al suicidio... Al menos nuestros avispados politicos educativos la han salvado del naufragio, ya que se puede impartir en primero...Ese es el consuelo de los que no solo pensamos que la literatura es un placer estético, sino que agranda nuestro estrecho y prosaico mundo donde la vulgaridad reinante nunca nos debe cegar e impedir que volemos con la imaginación y aprendamos de los grandes escritores.
      Mariano Benavente Macías. Prof. de Lengua castellana y literatura del I.E.S. "Salvador Rueda"

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  7. Color lavanda

    Veo una luz. Una luz blanca, pero cálida; a lo lejos, como un foco. Poco a poco voy distinguiendo más formas: un árbol aquí, otro un poco más allá; un banco a unos metros a mi derecha, una fuente de piedra gris que parece de juguete, de casa de muñecas; más árboles, de tronco grande y corteza pálida, plateada, y ramas largas como brazos que cuelgan casi acariciando el suelo de gravilla. Veo más luces, y no son focos. Son farolas. Farolas muy altas, esbeltas, coronadas por esferas luminosas perfectas que se esconden entre las ramas de los árboles, inundando el parque -ahora puedo ver que es un parque- de místicos destellos áureos.
    —¿Lo hueles? —me escucho preguntar de repente— Lavanda. Y tabaco.
    Me vuelvo y la veo aparecer de detrás de un árbol. Como un ángel. No. Como un hada, como una ninfa. Se acerca despacio hacia mí, arrastrando el vestido de gasa lila. El pelo -más largo de lo que lo recordaba- se le engancha en las ramas colgantes de los árboles. Pero esto no parece importarle, porque mantiene la vista fija en mí -¿parpadea siquiera?-, y sólo se detiene cuando está apenas a veinte centímetros de mi cara. Tabaco. Y lavanda. Enormes ojos negros de ninfa, dos almendras de oscuridad iluminando la noche.
    —Me gusta este sitio —me confiesa casi en un susurro.
    —A mí no.
    —¿Por qué?
    —Huele a ti. Me recuerda a ti —respondo sosteniéndole la mirada.
    Ella entrecierra los ojos casi imperceptiblemente. Aún no se ha ido y ya siento su ausencia.
    Parpadeo.
    Está a unos tres metros de distancia, bajo la luz ambarina de una farola.
    Parpadeo.
    Ha dado un paso.
    Justo antes de que todo se vuelva oscuro de nuevo durante una milésima de segundo, creo alcanzar a verla desapareciendo tras el árbol más cercano a la farola, uno cuyas ramas son tan largas que arañan el suelo. Me da tiempo a vislumbrar unas orejas puntiagudas sobresaliendo entre el largísimo pelo cobrizo, enredado en las ramas del árbol como si fuera parte de él; unas pequeñas protuberancias planas de color pardo que parecen una prolongación de su espalda -o de las ramas del árbol, o de ambas-; una figura de piel rosada apenas cubierta por un vaporoso vestido lila.
    Y cuando parpadeo sé que es ella.
    Y entonces todo se funde en un fogonazo de luz brillante.
    Escucho el crujido de la gravilla bajo sus pies desnudos.
    Y abro los ojos. Cuando me doy cuenta de que es el techo blanco de gotelé de mi cuarto lo que ocupa todo mi campo de visión, cuando siento el tacto áspero de las sábanas viejas, la punzada de dolor en la cintura y los hombros al girarme en el colchón; cuando me llega el olor a humedad que se instaló en mi dormitorio hace ya varias semanas, como un patético sustituto de su aroma floral -que servía de camuflaje al tabaco-; cuando vuelvo la cabeza y veo los edificios de ladrillo al otro lado de la ventana, con sus azoteas plagadas de tendederos para la ropa y sus balcones llenos de macetas de flores en un ridículo y vano intento de engalanar el bloque de pisos; cuando percibo todo esto, me viene a la cabeza aquello que dijo una vez ese escritor que tanto me gusta: “La realidad tiene la maldita manía de no ser ficción”.

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  8. ¡Enhorabuena, Natalia! Tu texto, con un léxico muy cuidado, con rica adjetivación, nos instala de un modo misterioso en el territorio de la ficción. Ese modo de ver y entrever, de percibir las cosas entreabriendo o entrecerrando los ojos, vislumbrándolo todo con el parpadeo repetido como símbolo de pequeños trayectos de ida y vuelta entre los elementos reales y los imaginados, es un acierto rotundo en un relato como este. La dimensión sensitiva en la creación del ambiente está muy bien lograda: sensaciones casi imperceptibles, recuerdos, olores (a tabaco, a humedad, a flores), susurros, fogonazos, crujidos, la aspereza del tacto de las sábanas viejas...
    Desde el principio, se respira un aire de consciencia o inconsciencia que poco a poco, entre luces y formas, va tomando cuerpo en el escenario de un parque (árboles, bancos, farolas, una fuente), y luego, los tropos y la rica adjetivación nos van introduciendo en un mundo de apariencias (seres angelicales o mágicos, ramas como brazos que acarician o arañan...) que encuentran buenos aliados en el cromatismo de las imágenes: luces blancas y ambarinas, la piedra de color gris, troncos con brillos de plata en un parque con destellos de oro, el pelo cobrizo, las protuberancias pardas, la piel rosada, un vestido lila..., y el color lavanda de todo el relato.
    Este es otro texto seleccionado para su publicación y para mejorar, si es posible, las calificaciones de su autora.
    ¡Enhorabuena, Natalia!.

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  10. VALS BLANCO

    Un blanco manto cubrirá
    toda la ciudad,
    los árboles invitados
    comienzan un vals blanco,
    y mi alma enamorada
    escucha esa melodía encantada
    del chasquido de las ramas,
    ¿qué tan pronto ocurrirá?
    ¿qué es lo que pasará?

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    1. Los árboles bailan al son de la melodía que sus propias ramas van creando, mientras el alma embelesada va presintiendo la nieve... Los verbos se alternan en presente y en futuro, y la delicada escena urbana queda prendida en la incertidumbre que cuelga de las interrogaciones finales.
      Un acercamiento muy prometedor a la poesía, Ivanna. Me gusta la sinestesia del título: la música y el color fundidos en un mismo símbolo de elegancia.

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