Mi instituto tiene nombre de
poeta, y mi asignatura tiene que ver con el comentario de textos literarios,
considerados desde una perspectiva general, universal. A dos pasos, justo
detrás de la Comisaría de Policía, está la calle de “Conan Doyle”, un nombre
que a muchos de mis alumnos todavía no les dice nada. Si cruzamos a la otra
orilla de la autovía pasando el puente que se eleva sobre el tráfico que acaba
de abandonar la Avenida de Andalucía, aterrizamos en una calle cuyo rótulo pocos
vecinos se han parado a leer: “Don Quijote”.
Las clases tuvieron lugar los días 7 y 8 de febrero de 2016
El creador del mítico
personaje del investigador Sherlock Holmes, colaborador de Scotland Yard –la
policía de Londres– está en la misma vecindad que el inmortal personaje creado
por el primer embajador de nuestras Letras Españolas. La tentación es demasiado
grande para mí, y corro a por un bolígrafo y algunos folios, pero aún no sé si
quiero fundamentar una actividad extraescolar o, sencillamente, escribir un
artículo. El profesor y el escritor que conviven en mí empiezan a darse
codazos. Tampoco sé si el ingenioso hidalgo y el astuto detective empezarán a
mantener algunos encuentros, o si serán más bien encontronazos.
Empecemos por los
paralelismos. Si la pretensión del hidalgo es “desfacer entuertos”, la obsesión
del detective es resolver casos. El primero siempre quiere restablecer los
valores de la justicia, y el segundo intenta siempre recuperar las luces de la
verdad. Dos imperfectos caballeros, como puede apreciarse: don Quijote emulando
torpemente la usanza de la antigua caballería andante, y Sherlock Holmes
apartándose con sus costumbres excéntricas, lejos de la pulcritud y el buen
orden, del pretendido comportamiento mesurado y correcto en los modales y en el
trato. Un desdoble con muchas objeciones, pues, del único término castellano de
“caballero” en las dos posibles
acepciones del inglés: ‘knight’, con
sus implicaciones guerreras, frente a ‘gentleman’,
con sus implicaciones sociales.
Ambos personajes disponen de
un contrapunto necesario en las figuras complementarias del escudero Sancho y
del doctor Watson, en quienes se presupone un intelecto menos poderoso, pero
cuya presencia es vital para asegurar la eficacia del dualismo narrativo ideado
por Miguel de Cervantes a caballo entre los siglos XVI y XVII, y luego por
Arthur Conan Doyle en el tránsito del siglo XIX al XX. La sensatez de Sancho
equilibra con sus dosis de realismo primario los disparates que su señor
acomete una y otra vez, y de este modo, según se suceden sus andanzas, sobre
todo a partir del tomo II, don Quijote alcanza la fama y termina en los libros
para el conocimiento popular, y los inevitables episodios de escarnio y burlas
desembocarán, pese a todo, en la admiración y el afecto de las gentes. Del
mismo modo, el papel del doctor Watson como mano derecha de Holmes, y su labor
de narrador y cronista, permiten encumbrar al detective a la fama, bien ganada,
de reputado investigador, capaz de resolver los casos más difíciles gracias a
sus brillantes razonamientos lógico-deductivos y su facilidad para sacar
grandes conclusiones a partir de las observaciones más pequeñas.
Pero si los arquetipos del
escudero fiel y del asistente leal pueden llegar a confundirse, los personajes
centrales de Alonso Quijano y Sherlock Holmes comparten luces y sombras con
indicios que cualquier análisis literario hace posible rastrear: si don Quijote
es capaz de mostrarse mal hablado y violento en algunos pasajes, Holmes saca a
pasear un ego que en ocasiones raya en la arrogancia. Ambos son en realidad
unos solitarios, están mal dotados para una vida social normal, sin choques ni
fricciones. Al contrario que Sancho Panza o el doctor John H. Watson (ambos
casados), ninguno de ellos mantiene relaciones carnales con mujeres, por mucho
que idealicen a alguna de ellas (como en el caso de la aldeana Aldonza Lorenzo
transfigurada en Dulcinea del Toboso), o etiqueten a alguna otra como el
prototipo más deseable (como en el caso de la actriz y cantante Irene Adler,
sin duda el personaje femenino más destacado de toda la serie de novelas y
relatos, que a los ojos de Holmes eclipsaba a cualquier otra mujer).
Sin embargo, en don Quijote
la fuerza del idealismo le lleva a perder la cabeza, y en Holmes la lógica de
las ideas le lleva a saber cómo usarla. Esta diferencia es fundamental porque
lleva al lector por caminos aparentemente contrarios: el primero ve lo que no
es material (porque responde tan solo a sus propias alucinaciones), mientras el
segundo materializa lo que nadie ve (porque lo deja bien patente, poniéndolo de
manifiesto). Es decir, el hidalgo, movido por un sentido trasnochado del honor,
se enfrenta a mundos luminosos pero fantásticos e irreales, y el investigador,
movido por su ambición de esclarecer la verdad, se enfrenta a los dobleces de
la realidad más prosaica y oscura. Uno, combatiendo a los supuestos
malhechores, y el otro persiguiendo a los presuntos delincuentes. Sin láseres,
poderes arácnidos, artefactos tecnológicos o armas de última generación; solo
con la fuerza de su brazo o la de su cerebro.
Los alumnos tomaron posiciones en el Parque Infantil frente a la calle de Don Quijote para leer este artículo. Después tuvo lugar una puesta en común antes de volver al instituto, que consistió en un comentario colectivo del texto, repasándose los mismos elementos que se trabajan en el aula.
El cielo se encapota un
poco, y el frío aprieta. Además, se acerca la hora de la siguiente clase y hay
que volver al instituto. En el camino de regreso, tendré que insistir a mis
alumnos en el carácter simbólico de las parejas Quijote-Sancho para la cultura española,
y Holmes-Watson para la cultura británica. Dos iconos universales que
trascienden la mera condición de parejas dramáticas (como, qué sé yo, Batman y
Robin, pongo por ejemplo, que hacen vibrar a mis sobrinos) o cómicas (como Stan
Laurel y Oliver Hardy, los entrañables gordo y flaco que hacían reír a mi
padre). Van mucho más allá porque en innumerables escenas o episodios mantienen
jugosos diálogos que son un compendio en miniatura de los entresijos de la
naturaleza humana, y porque con toda naturalidad hacen demostración constante
de los poderes mágicos de la literatura, que permiten que un texto determinado
–y la significación que encierra–
viaje triunfante a lo largo del espacio y el tiempo.
No es de extrañar que yo
descubriera recientemente a don Quijote y Sancho en un hermoso grupo
escultórico en una céntrica plaza de Bruselas. Cualquier ciudadano del mundo
con cierto bagaje cultural sabría reconocer las dimensiones y los valores que
proyectan el enjuto larguirucho con su lanza y su yelmo improvisado sobre
Rocinante, y su rechoncho acompañante a lomos de Rucio. Tampoco debe llamar a
sorpresa el hecho de que el gobierno británico en su momento financiara la
escultura que representa al célebre detective y su abnegado ayudante, y
dispusiera su colocación junto a su Embajada en Moscú. Esa es la mejor prueba
del carácter universal de esa pareja icónica para la cultura anglosajona, y de
paso, refuerza el tratamiento honorífico de “Sir” para su creador literario.
Estatuas de don Quijote y Sancho en Bruselas, y de Sherlock Holmes y Watson en Moscú.
Estatuas de don Quijote y Sancho en Bruselas, y de Sherlock Holmes y Watson en Moscú.
Sobre la autovía, volveremos
a cruzar el puente que hoy ha unido más que nunca las evocaciones literarias de
cuatro de las figuras que cuentan con más variaciones artísticas en
adaptaciones al cine, cómics, reediciones ilustradas o, como hemos visto,
esculturas repartidas por todo el mundo. Este paseo didáctico de hoy, tan
peculiar, proporciona encarnadura para el símil de ese puente sobre los
carriles de la autovía, un puente que esta vez sobrevuela los siglos de nuestra
historia, y no ha buscado unir dos calles, sino dos épocas, dos géneros, dos
estilos diferentes, dos parejas de aventureros que acaban renovando sus
perfiles con sus nombres cambiados y entreverados, conformando una pareja
imposible, que en este artículo hace su presentación en sociedad.
Señoras y señores:
Con todos ustedes los auténticos,
los inimitables…
¡Alonso Holmes y Sancho
Watson!.
Carlos Pérez Torres, 26 y 27 de enero de 2017.
Me ha parecido muy curioso y además tenemos cultura en las calles y es una buena forma de sacarle aprovecho y hacer más ameno. Ha sido muy ingenioso el modo de conexión de ambas calles con el símil del puente como transcurso del tiempo... nose me ha parecido muy buena idea y muy curioso.
ResponderEliminarLa actividad me pareció muy entretenida ya que es algo nuevo y nunca había salido a dar una clase fuera del centro (a excepción de las excursiones). Gracias a eso pude saber más sobre el barrio donde vivo, ya que por muchas veces que haya pasado por esas calles, nunca me había fijado en los nombres o en el simbolismo y relación que podían llegar a tener.
ResponderEliminarLa actividad ha servido para que me diera cuenta de cómo la literatura es algo tan importante para la sociedad y su evolución con el paso del tiempo que llega hasta nuestros días, también ahora me fijo más en las calles de los sitios que me rodean y me doy cuenta de que estamos en un laberinto de cultura del que no deberíamos salir nunca.
Me ha parecido muy buena la idea de realizar esta actividad, ya que nos saca de lo normal y hace que la clase resulte mucho más amena. Dicha actividad, nos demuestra que debemos ser a veces un tanto observadores, puesto que en un lugar cercano como ahora es el caso o bien, en el lugar más inesperado, puede haber algo relacionado contigo mismo, o como en este caso sería la literatura con la asignatura.
ResponderEliminarDestacar del relato dos aspectos que me han llamado mucho la atención, como es el del símil del puente, para unir dos estilos muy distintos de novela como son la novela policíaca y la novela de caballeros. El otro aspecto que me gustaría destacar, sería la pareja imposible de personajes que se forma, tras unir estos dos grandes estilos y estos grandes personajes. En definitiva, la actividad en conjunto con el relato, nos hace ver que permanecemos en constante contacto con la cultura.
Me ha parecido una actividad bastante entretenida y que nos saca de lo que hacemos normalmente en clase, hemos aprendido el simil de un puente para unir dos estilos de novela diferentes como son las novelas policiaca y las novela de caballeria, en resumen fue una buena actividad en un agradable día y en lo que aprendimos cosas nevas.
ResponderEliminarAlejandro Perez.
Saludos
esta actividad en la calle, me ha parecido buena forma que el profesor ha realizado con nosotros. ME pareció agradable; primero porque fue algo distinto a lo que hacemos normalmente, a lo que le suma el haber aprendido sin darnos cuenta y por otro lado, me ha impresionado como tan cerca de nuestras vistas, y que sin darnos cuenta, están unidos dos 4 grandes personajes separados por un puente haciendo el símil de la distancia entre el tiempo que transcurre de una novela caballeresca (Don Quijote de La Mancha) y la novela policiaca (Sherlock Holmes), y de la distancia entre ambos países. Y se nombran 4 porque tan importantes son las diferencias/igualdades entre los protagonistas pero también entre sus acompañantes, ya dichos en el texto. Añado que me gustó como "amante" de la literatura y de la lectura.
ResponderEliminarY aunque parezca mentira, romper la tradición de la enseñanza también aporta conocimientos que probablemente la memoricemos más tiempo.
Y termino que a raíz de esta actividad cada vez que camino por la calle me voy fijando más en como se llama cada una.
Patricia Campos
La actividad me ha parecido bastante entretenida ya que en ninguna otra ocasión hemos tenido la oportunidad de poder dar las clases de esta forma tan diferente. Por ello me ha gustado bastante tanto la clase como la forma en la que se ha dado, tanto por el símil con el puente como por el uso del nombre de las calles que seguramente muchos de nosotros ni nos habíamos fijado antes. Ojalá podamos repetir y aprender de esta forma más veces.
ResponderEliminarCarolina Pérez
En cuanto a la actividad que hicimos el miércoles pasado, he de decir que me pareció muy interesante el como pudimos salir de la monotonía que tenemos presente en las aulas para aprender de otra forma pero de manera muy didáctica cosas relacionadas con la literatura.
ResponderEliminarEl aprender de cosas que aparentemente son insignificantes como puede serlo el nombre de las calles que tenemos en nuestro barrio pero que esconden muchas cosas detrás.
Ese día pudimos conectar con épocas pasadas, estilos aparentemente diferentes como son el caballeresco y el policiaco pero que después descubrimos que tenían mucho en común, enterarnos de la historia de personajes tan importantes en las letras como Don Quijote y Sherlock Holmes.
En definitiva, una actividad muy dinámica que estaría bien repetir más a menudo.
Saludos, Juan Medrano.
La actividad me pareció muy interesante porque siempre alrededor nuestra tenemos cosas de tal interés como es la literatura tanto policíaca como de caballería y que no sabemos de su existencia y gracias a esta actividad en tan sólo una hora pudimos aprender mucho sobre ello.
ResponderEliminarAlmudena Gámez Romero